- No trates de convertir: Olvídate de tratar de convertir a tus adversarios. Las posibilidades de conseguir que se te arrodillen y te pidan disculpas por equivocarse son remotas. Tu trabajo es poner en duda la sabiduría de sus puntos de vista.
- Escucha. Sé un buen oyente: Asegúrate de que escuchas y entiendes el razonamiento de tu oponente. Aprende a cambiar las marchas mientras escuchas y piensas en cómo responder.
- Pide aclaraciones: Si no estás seguro sobre lo que tu oponente ha dicho, pide una aclaración. En el fragor de la batalla, a menudo contraatacamos reflexivamente sin asegurarnos de que hemos oído a la otra parte. Es una pérdida de tiempo y te hace ver mal.
- Mantén la calma y sigue adelante: Has de ser consciente de tus emociones. Cuando la ira y el miedo te alcanzan, se debilitará tu causa. Has de ser apasionado y expresivo. Pero mantén la calma y sigue adelante. La ira te hace menos atractivo.
- Toma el control: Presta mucha atención a la agenda del debate y del tema por el que estás luchando. El que define los problemas y establece las prioridades es el que está en el camino ganador.
- Consigue creyentes a bordo: Predica a los conversos en una habitación. Predicar al coro es vital. Los predicadores lo hacen sobre una base semanal. Se fortalece el compromiso, la confianza intelectual y la moral de sus aliados, haciéndose defensores más efectivos de tu idea.
- Actúa para los indecisos: No te olvides de los no comprometidos. Ellos son, inevitablemente, la mayoría. Tu trabajo consiste en tirar de ellos en tu dirección, haciendo relucir las ventajas de tu idea y las desventajas de tu oponente. También ganarás confianza con los indecisos si reconoces que tu idea no es perfecta, pero sin embargo es muy superior a la alternativa.
- Has de ser humilde: Si decides que sea atractivo para todo el mundo, tienes que ofrecerte a comprometerte y a ser modesto y sobrio en tu presentación. También puedes optar por hacer un lanzamiento fuertemente enfocado a un público en particular, aun a riesgo de no alienarte con los demás. Es tu elección.
- Resalta tus titulares: Cuando tienes una buena característica, resáltala a menudo.
- Haz una concesión: Saber lo que se puede conceder sin dañar tu postura es una de las grandes artes para ganar una discusión.
- Pinta un cuadro: La analogía es una forma poderosa y persuasiva para llevar a un punto de origen, sobre todo cuando la analogía vincula el tema en cuestión a la experiencia personal de la audiencia. Pero ten cuidado con las analogías. Úsalas con moderación. Has de estar bien preparado para desarrollar y defender la validez de lo que utilizas.
- Ofrece puntos contrarios a la intuición: Piensa fuera de lo común. Por ejemplo, al citar alguna figura conocida, cita a alguien que no se identifica con tu caso.
- Expón los defectos y falacias: No condenes a tu oponente por sus motivos.
- Sé un iceberg: Aprende más sobre el tema de lo que puedes utilizar o mostrar. Demostrando el dominio de los hechos, aumentarás tu autoridad e intimidarás a tu oponente.
- Conoce a tu enemigo: Entiende la posición de tu adversario, no en una forma caricaturizada o superficial. Conocer tu propia posición es sólo la mitad de la batalla.
- Sé claro. Sé simple. Sé sincero: No trates de impresionar. Revisa tus apelaciones emocionales. Trata de convencer con un enfoque exhaustivo y bien razonado.
Fuente: EUREKA Blog
No hay comentarios:
Publicar un comentario